Alter Piglias

EL REGRESO
ALBERTO MANGUEL
BRUGUERA EDITORES
11€      

      Alberto Manguel (Buenos Aires, 1948) es una voz deudora del exilio.Y es por eso que conoce bien el significado del regreso. Ha vivido en Italia, Inglaterra, Tahití y Canadá, y actualmente reside en Francia, donde fue nombrado Oficial de la Orden de las Artes y las Letras por el gobierno francés; pero su argentinidad sigue vigente en cada uno de los ensayos, antologías o novelas. Una argentinidad que no sólo descubrimos en el empleo del Lunfardo, o en la convicción de que leer es siempre relatarse a uno mismo, describir las propias experiencias en palabras ajenas, sino en el tímido homenage que rinde a Ricardo Piglia.
       En Junio de 1977, afirma Piglia que regresaba a un Buenos Aires desconocido. Néstor Fabris, protagonista de El regreso, pretende encontrar en este relato que juega a ser cuento largo y novela corta, el Buenos Aires que dejó treinta años atrás. Con la excusa de la boda de su ahijado, al que nunca ha visto, Fabris aparca su apacible vida en Roma como anticuario para regresar al caos de su ciudad natal, donde se encuentra con una doble realidad. El temor de la dictadura y la amenaza explícita pero invisible que siempre es la represión, chocan con la normalidad y la vida cotidiana de un pasado que se le escapa de las manos.
       Reconoceremos en el Manguel más pigliófilo el estilo agresivo, la admiración por la baja cultura y el lenguaje posmilitar, incluso la certeza de que antes que escritor, uno tiene que aprender a ser lector. El autor nos insta a ser buenos lectores, y como tales, nos resultará sin duda curiosa la localización de las referencias literarias en este libro. Aparecen en los epígrafes. Podría sostenerse que estos pertenecen al mismo texto, como ya afirmó el autor y crítico Raúl Brasca, citando al libro de Alberto Manguel como la “fábula del eterno retorno”, porque actúan como la necesaria apelación al recuerdo, la convicción de que a falta de respuestas convincentes, no podemos olvidarnos de las preguntas. Los epígrafes son dos, y ambos apuntan en una misma dirección. El primero es de Milomgueando, de Enrique Cadímaco : “Museta, decime por qué...”; y el segundo, de La Eneida, es una invocación del poeta a la Musa, para que recuerde las causas del odio de Juno hacia Eneas. Manguel asume aquí que para trazar el regreso a esas fuentes de la Literatura es necesario ser un buen lector. Y si Piglia rebautizó al Che como el último de éstos fue porque estaba convencido de que la literatura, como tradición, debe cargar con cierto sentido ideológico, sea del color que sea. El frente que abriera en la literatura hispanoamericana Miguel Ángel Asturias con Los mendigos políticos ha convertido en necesarias no sólo las claves literarias sino también las políticas para desentrañar el significado del cuento posmoderno en el siglo XXI. Será por eso entonces que la ciudad ocupada que se le aparece a Néstor Fabris se convierte en una revisión del posmodernismo. Ese que “la cultura ha impuesto, legitimando al transgresor y al revolucionario, al individuo que se margina de la sociedad” según el propio Piglia, que asume también que “la cultura que supere a la moderna ha de ser una que no exalte los valores que buscan desintegrarla”
      Si Sarmiento defendía que la dicotomía civilización-barbárie se resolvía en Argentina con el triunfo inequívoco de la segunda, Manguel se empeña en batallar contra ese destino. Para él, el pasado “es sólo la invención del recuerdo que quiere ser permanente y que confundimos con algo inmutable”, pero en el presente aún es posible la lucha, la victoria. Al protagonista, el viaje le parece un ejercicio de nostalgia inútil, la prevista confirmación de que el pasado es inhabitable. No sospecha que su cuidad se ha convertido en un territorio fuera del tiempo donde amigos y enemigos, víctimas y victimarios, muertos y sobrevivientes regresan con la presuasión de los sueños a su Buenos Aires querido, ese que Ricardo, aún sin haber abandonado, nunca tuvo la esperanza de recuperar.



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